Después de una entrada un poco triste, me gustaría, para aliviar el malestar que pueda causar, colgar algún montaje hecho por mí (en principio iban a ser montajes, en plural, pero viendo la velocidad del blogger para subirlos...). En ocasiones las películas, aun siendo pura fantasía, igual que las novelas, ilustran de maravilla lo que nos sucede a nosotros en el día a día, o cómo nos sentimos o nos vemos. Quizá no todas las experiencias tengan un final feliz, o quizá aún no hayamos experimentado esas escenas tan románticas de primera mano y nos parezcan imposibles, porque no existe gente así en la vida real. ¿Quién sabe?
Tampoco es que tengamos superpoderes ni nada por el estilo. No podemos leer la mente ni mover objetos sin tocarlos. Pero podemos elegir nuestro camino y qué hacer con lo que tenemos.
Y yo he hecho esto: http://www.youtube.com/watch?v=eGMOCRB6rG0&feature=plcp
La realidad y la fantasía de los filmes (montaje)
Puertas cerradas
Dicen que en ocasiones, el camino de uno ya viene señalado, pero en realidad no está compuesto más que por una serie de hierbajos que debes ir apartando para lograr formalizar la calzada.
El problema está en que algunos hierbajos están tan enraizados en la tierra, que cuesta arrancarlos, y no tienes más remedio que sortearlos o caminar por encima, soportando los atascos y los tropezones.
Nunca sabes hacia dónde te va a llevar ese camino. En ocasiones observas cómo se materializan dos o más desvíos. ¿Cuál escoger? ¿Cómo saber que vas en la dirección correcta? Puede que tengas suerte y termines escogiendo el destino que deseas, pero otras veces, te presentarás ante puertas que, por mucho que lo intentas y forcejeas, no se abren.
La vida se acaba consumiendo, y hoy en día parecen existir más puertas cerradas que abiertas, y son muy pocos los capacitados para encontrar la salida. Pasas por muchas desilusiones y ves cómo con cada una de ellas otra puerta más se cierra. Te sientes atrapada en tu mundo, incapaz de avanzar, porque no te dejan.
Esto le ocurre a todo el mundo, dicen, pero son los jóvenes los que lo sufren en su carne todos los días.
Trabajos inalcanzables, sueños incumplidos... La negación de una oportunidad de demostrar lo que vales.
Una puerta cerrada detrás de otra.
Llega un momento en que empiezas a perder la esperanza y ya no sabes hacia dónde tirar. Te acurrucas en tu camino lleno de hierbajos, hecho/a un ovillo y desahogas tu agonía, pues piensas que ya no queda más por lo que luchar. Después de recibir tantos nos y ver cómo las oportunidades se escapaban de entre tus dedos, poco hay que pueda consolarte.
Lo más duro es ver a tu alrededor gente que lo tiene todo fácil y avanza sin problemas. Amigos que consiguen empleo gracias a contactos, que viajan por el mundo, a los que conceden beca, que tienen novio/a... Y eso te lleva a pensar qué tienes tú para que el mundo te odie tanto, o por lo menos, no te soporte o te ignore, como si fueras una sombra dentro de la sociedad. Piensas que algo falla en tu vida, por la que empiezas a sentir rencor, porque sientes que nadie te ha dado suficiente apoyo o ha tenido demasiado en cuenta tus sentimientos. Siempre se ponen excusas:" no hay dinero", "no tengo tiempo", "no puedo, lo siento"... Y tú asientes y piensas: "Vale, puedo entenderlo", cuando lo cierto es que lo único que tienes en mente en ese momento es la cantidad de favores que haces y lo poco que te los agradecen más tarde. Bueno, los favores no se inventaron para recibirlos a cambio de darlos, ¿no? Y sería muy poco considerado por tu parte echárselo en cara, así que te guardas tu amargura para ti mismo y observas cómo los demás siguen avanzando y abren sus puertas sin problemas, mientras ves cómo las tuyas se van cerrando.
El destino es cruel, y te juega malas pasadas, ¿verdad? Aquel concierto de aquel super grupo famoso que tú te morías por ver y que al final, solo fue un fantasma más de tu día a día, porque nadie quiso ir contigo y no pudiste acudir tú sola, siendo tan lejos. O aquellas ofertas de trabajo que te interesaban pero para los que jamás te cogieron debido a tu nula experiencia. Y lo que primero que te viene a la cabeza cuando escuchas esto es: "¿Y cómo demonios voy a ganar experiencia si nadie me deja intentarlo? ¿Qué tengo que hacer?" Sin trabajo, no hay dinero, y sin dinero, poco podías hacer para ahorrar para ese viaje de ensueño que te morías por realizar. Y llega un punto, cuando se es lo suficientemente mayor como para empezar a ganar dinero por ti mismo/a, en el que pedírselo a tus padres resulta vergonzoso y casi mezquino, como si les estuvieras obligando a seguir cuidando de ti, como si jamás estuvieras dispuesta a abandonar el nido. Y la vida resultaría mucho más sencilla si así fuese, ¿verdad?
Pero en el fondo sabes que no es eso lo que quieres. Solo quieres una oportunidad, que te dejen luchar por lo que deseas, que te permitan cumplir tu sueño.
Así pues, permaneces sentada durante lo que parecen décadas frente a esa puerta, esperando con tu alma que se abra. Algunas lo harán con el paso del tiempo, mientras que otras seguirán siendo los sueños que jamás cumpliste. Es ley de vida; algunas puertas nunca podrán abrirse... siempre que no encontremos la llave necesaria para hacerlo.
Y esa llave eres tú, no el destino, ni la suerte. Lo que pasa es que no es sencillo tomar la iniciativa cuando todo lo que rodea a los tuyos está impregnado de esos ingredientes, mientras que tú, sigues igual, sin cambiar, sin suerte ni nada. Es en estos casos cuando dejas de escuchar a los que te dicen: "Y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte". La suerte jamás está, ha estado, ni estará de tu parte. Tu vida es una lucha ardua por ganar lo poco que tienes, no una suerte.
Y la gente no se da cuenta y no reconoce tu mérito.