Terror en las aulas. Testimonio de una vieja víctima.
Las primeras experiencias de tu vida suelen ser las que más te marcan, sobre todo si son malas. A mí hubo una que me marcó en especial: el sufrimiento del acoso escolar a edad temprana. Sufrí acoso prácticamente durante casi toda mi infancia. Desde primaria hasta 3º de E.S.O. Al principio, simplemente pensé que la chica que empezó a acosarme la primera vez me tenía manía. Mi “bullying” fue psicológico especialmente. La gente se aprovechaba de mi poca capacidad para decir “no” y mi buena actitud honrada. No era muy lista para poder percibir el acoso por aquel entonces y hacía todo lo que me pedían, me manipulaban. Poco a poco, me fui dando cuenta de la anormalidad de eso. Era tímida y callada en clase, pero fuera estaba llena de vida. Conforme fui creciendo, el acoso fue a peor, y cuando creí que por fin me había librado de mi acosadora al repetir ésta un curso, aparecieron más en el siguiente. Mi autoestima decayó, no lo niego. Esos chicos y chicas me hacían sentir vulnerable y una niña pequeña que dependía de los demás, y de hecho, llegó a ser así. La mayoría de veces que los acosadores atacaban, lo hacían cuando nadie podía sospechar; en gimnasia me perseguían únicamente a mí si estábamos jugando a pillar. Me robaban material y me gastaban bromas pesadas. A todos les parecían simples juegos y decían que tenía que espabilar más, pero yo tenía la certeza de que se aprovechaban de mí. Eso me provocó una horrible depresión durante unos meses que me cerró en mí misma. No quería contarle a nadie lo que me estaba pasando porque sabía que lo que dirían primero sería que les tenía que plantar cara, y yo no me atrevía, no me sentía con suficientes fuerzas para hacerlo. Pensaba que con el tiempo se hartarían y me dejarían en paz, pero no fue así. Creía que si les ignoraba y no me rebajaba a su nivel, irían en busca de otra víctima, pero tampoco.
Cuando estaba en 2º de E.S.O, mi tutor solicitó una reunión con mi madre y entre tema y tema, comentaron el acoso. Mi madre ya me había visto sufrirlo en primaria y sabía que probablemente aún lo padecía. Mi tutor habló claramente con los acosadores y ellos me echaron a la cara el que no me defendiera. Para mí fue un golpe bajo que me derrumbó dentro de mi ser. ¿Que cómo terminó? Yo pasé de curso; ellos repitieron o se fueron a otros colegios. Fin.
Puedo decir que en verdad esto me ha dejado secuelas. Dudo de que a cualquier persona que haya sufrido acoso escolar no le haya pasado esto, porque es lo normal. Generalizando, las víctimas de bullying tienen menos autoestima que deben ir recobrando poco a poco. El acoso genera inseguridad y desconfianza, sobre todo por el miedo. Pero no es recomendable tener miedo siempre. La herida cuesta cerrarse, pero finalmente cicatriza.
El porqué de este artículo viene a ser que muchas veces no nos damos cuenta de que los más cercanos a nosotros sufren este tipo de acoso tan peculiar de las aulas. En el caso de los más pequeños, bien puede ser porque ni ellos mismos se dan cuenta de que lo sufren porque no tienen suficiente educación para saber lo que es eso. Pero la mayoría de los casos es debido al propio silencio de las víctimas- entre las que me incluyo- ya que no desean recibir un castigo por parte de sus “torturadores” diarios, o en mi caso, porque temen la solución que les propongan los demás.
Así pues, ¿cómo saber si alguien está sufriendo bullying? Basta con saber observar lo que sucede a nuestro alrededor. Haber sufrido acoso una vez no garantiza que seas capaz de reconocerlo siempre; hay muchos tipos de maltrato y cada persona tiene sus modos diferentes de afrontarlo. Lo que se recomienda es la atención y el apoyo a quien lo sufre. La defensa de los amigos también es un punto clave, ya que ellos nos garantizan seguridad, bienestar y fortaleza. De algún modo, te hacen más fuerte. Tampoco conviene callárselo, y si la víctima se niega a soltar palabra, depende de sus seres queridos. Hablar con el tutor o el director es un buen modo de desahogarse y solucionar las cosas, aunque no sea tan fácil. Por mucho miedo que se tenga, el silencio no es recomendable. Hablar con la familia asegurará que el sufrimiento termine cuanto antes.
Pero ¿qué lleva a una persona a atacar a otra en un recinto escolar? Un factor bien lo es la educación y el entorno familiar. A menudo el acosador paga sus fracasos y desventuras con los más débiles. La envidia y el deseo de venganza motivan a muchos alumnos a imponerse a otros, aunque también lo hace la influencia del grupo. El niño maltratador desea ser visto como un líder del que sus compañeros se sientan orgullosos, quiere hacerse el “guay”. Pero ¿tiene que ser necesariamente una persona solitaria, tímida y bondadosa el acosado? No tiene por qué, aunque bien es cierto que son estos niños los que más tienden a sufrir el acoso, o bien esa actitud es una consecuencia de ello. Niños que tienen un gran talento y son muy admirados, generan mucha más envidia que aquellos que son normales. Aunque no sea fácil de creer para ciertas personas, los acosadores sienten un profundo desprecio a estos niños porque acaparan la atención que ellos deberían recibir. Los padres tampoco ayudan mucho, comparándoles con esos “prodigios” e insuflándoles el deseo de triunfar.
El acosador puede practicar bullying de las siguientes formas: por bloqueo social (impedir las relaciones del acosado), hostigamiento (acoso psicológico que manifiesta el desprecio y la falta de respeto hacia la víctima), manipulación (distorsión de la imagen del acosado con el fin de volver a otros contra él), coacciones (pretensión de que la víctima realice acciones contra su voluntad), exclusión social (excluir la participación de la víctima en cuestión en cualquier actividad), e intimidación (amenazas para inducir miedo en el acosado).
Saber reconocer estas actitudes es imprescindible para frenar el acoso. Les hablo desde mi propia experiencia al decir que sin ayuda no es posible acabarlo, pero lo más difícil es prevenirlo. ¿Qué conducta puede tener un acosador? A menudo se le reconoce porque siente desprecio hacia el centro de estudios y generalmente saca malas notas, tiene un carácter impulsivo de reacciones incontrolables, se aprovecha de su fuerza en caso de tenerla, carece de empatía (dícese de la capacidad para ponerse en el lugar de la otra persona, en este caso, de la víctima) y suele ser desafiante y agresivo con todo el mundo.Y tras la detención del bullying, llega la etapa de superación, difícil en los casos en los que éste se ha dado con mayor eficacia. Las consecuencias de esta devastadora experiencia pueden durar meses y años. Durante las primeras semanas, sería recomendable mantener alejada a la persona de todo acto o actitud que le recuerde al acoso (procurar no hacerle bromas pesadas, mentirle…etc.). La víctima debe recordar quién era antes de sufrir el acoso y aferrarse a ese ser. La autoestima puede reconstruirse con ayuda del entorno familiar y los amigos. No puedo recordar cuánto me costó a mí superarlo; lo que sé es que tuve que hacer frente en un momento yo sola al bullying, sin contar con los consejos de mis amigas, y eso no me convino. Para mí esta etapa pasó como si fuera un fantasma, invisible para todos salvo para mí, mi familia y mis profesores.
Las primeras experiencias de tu vida suelen ser las que más te marcan, sobre todo si son malas. A mí hubo una que me marcó en especial: el sufrimiento del acoso escolar a edad temprana. Sufrí acoso prácticamente durante casi toda mi infancia. Desde primaria hasta 3º de E.S.O. Al principio, simplemente pensé que la chica que empezó a acosarme la primera vez me tenía manía. Mi “bullying” fue psicológico especialmente. La gente se aprovechaba de mi poca capacidad para decir “no” y mi buena actitud honrada. No era muy lista para poder percibir el acoso por aquel entonces y hacía todo lo que me pedían, me manipulaban. Poco a poco, me fui dando cuenta de la anormalidad de eso. Era tímida y callada en clase, pero fuera estaba llena de vida. Conforme fui creciendo, el acoso fue a peor, y cuando creí que por fin me había librado de mi acosadora al repetir ésta un curso, aparecieron más en el siguiente. Mi autoestima decayó, no lo niego. Esos chicos y chicas me hacían sentir vulnerable y una niña pequeña que dependía de los demás, y de hecho, llegó a ser así. La mayoría de veces que los acosadores atacaban, lo hacían cuando nadie podía sospechar; en gimnasia me perseguían únicamente a mí si estábamos jugando a pillar. Me robaban material y me gastaban bromas pesadas. A todos les parecían simples juegos y decían que tenía que espabilar más, pero yo tenía la certeza de que se aprovechaban de mí. Eso me provocó una horrible depresión durante unos meses que me cerró en mí misma. No quería contarle a nadie lo que me estaba pasando porque sabía que lo que dirían primero sería que les tenía que plantar cara, y yo no me atrevía, no me sentía con suficientes fuerzas para hacerlo. Pensaba que con el tiempo se hartarían y me dejarían en paz, pero no fue así. Creía que si les ignoraba y no me rebajaba a su nivel, irían en busca de otra víctima, pero tampoco.
Cuando estaba en 2º de E.S.O, mi tutor solicitó una reunión con mi madre y entre tema y tema, comentaron el acoso. Mi madre ya me había visto sufrirlo en primaria y sabía que probablemente aún lo padecía. Mi tutor habló claramente con los acosadores y ellos me echaron a la cara el que no me defendiera. Para mí fue un golpe bajo que me derrumbó dentro de mi ser. ¿Que cómo terminó? Yo pasé de curso; ellos repitieron o se fueron a otros colegios. Fin.
Puedo decir que en verdad esto me ha dejado secuelas. Dudo de que a cualquier persona que haya sufrido acoso escolar no le haya pasado esto, porque es lo normal. Generalizando, las víctimas de bullying tienen menos autoestima que deben ir recobrando poco a poco. El acoso genera inseguridad y desconfianza, sobre todo por el miedo. Pero no es recomendable tener miedo siempre. La herida cuesta cerrarse, pero finalmente cicatriza.
El porqué de este artículo viene a ser que muchas veces no nos damos cuenta de que los más cercanos a nosotros sufren este tipo de acoso tan peculiar de las aulas. En el caso de los más pequeños, bien puede ser porque ni ellos mismos se dan cuenta de que lo sufren porque no tienen suficiente educación para saber lo que es eso. Pero la mayoría de los casos es debido al propio silencio de las víctimas- entre las que me incluyo- ya que no desean recibir un castigo por parte de sus “torturadores” diarios, o en mi caso, porque temen la solución que les propongan los demás.
Así pues, ¿cómo saber si alguien está sufriendo bullying? Basta con saber observar lo que sucede a nuestro alrededor. Haber sufrido acoso una vez no garantiza que seas capaz de reconocerlo siempre; hay muchos tipos de maltrato y cada persona tiene sus modos diferentes de afrontarlo. Lo que se recomienda es la atención y el apoyo a quien lo sufre. La defensa de los amigos también es un punto clave, ya que ellos nos garantizan seguridad, bienestar y fortaleza. De algún modo, te hacen más fuerte. Tampoco conviene callárselo, y si la víctima se niega a soltar palabra, depende de sus seres queridos. Hablar con el tutor o el director es un buen modo de desahogarse y solucionar las cosas, aunque no sea tan fácil. Por mucho miedo que se tenga, el silencio no es recomendable. Hablar con la familia asegurará que el sufrimiento termine cuanto antes.
Pero ¿qué lleva a una persona a atacar a otra en un recinto escolar? Un factor bien lo es la educación y el entorno familiar. A menudo el acosador paga sus fracasos y desventuras con los más débiles. La envidia y el deseo de venganza motivan a muchos alumnos a imponerse a otros, aunque también lo hace la influencia del grupo. El niño maltratador desea ser visto como un líder del que sus compañeros se sientan orgullosos, quiere hacerse el “guay”. Pero ¿tiene que ser necesariamente una persona solitaria, tímida y bondadosa el acosado? No tiene por qué, aunque bien es cierto que son estos niños los que más tienden a sufrir el acoso, o bien esa actitud es una consecuencia de ello. Niños que tienen un gran talento y son muy admirados, generan mucha más envidia que aquellos que son normales. Aunque no sea fácil de creer para ciertas personas, los acosadores sienten un profundo desprecio a estos niños porque acaparan la atención que ellos deberían recibir. Los padres tampoco ayudan mucho, comparándoles con esos “prodigios” e insuflándoles el deseo de triunfar.
El acosador puede practicar bullying de las siguientes formas: por bloqueo social (impedir las relaciones del acosado), hostigamiento (acoso psicológico que manifiesta el desprecio y la falta de respeto hacia la víctima), manipulación (distorsión de la imagen del acosado con el fin de volver a otros contra él), coacciones (pretensión de que la víctima realice acciones contra su voluntad), exclusión social (excluir la participación de la víctima en cuestión en cualquier actividad), e intimidación (amenazas para inducir miedo en el acosado).
Saber reconocer estas actitudes es imprescindible para frenar el acoso. Les hablo desde mi propia experiencia al decir que sin ayuda no es posible acabarlo, pero lo más difícil es prevenirlo. ¿Qué conducta puede tener un acosador? A menudo se le reconoce porque siente desprecio hacia el centro de estudios y generalmente saca malas notas, tiene un carácter impulsivo de reacciones incontrolables, se aprovecha de su fuerza en caso de tenerla, carece de empatía (dícese de la capacidad para ponerse en el lugar de la otra persona, en este caso, de la víctima) y suele ser desafiante y agresivo con todo el mundo.Y tras la detención del bullying, llega la etapa de superación, difícil en los casos en los que éste se ha dado con mayor eficacia. Las consecuencias de esta devastadora experiencia pueden durar meses y años. Durante las primeras semanas, sería recomendable mantener alejada a la persona de todo acto o actitud que le recuerde al acoso (procurar no hacerle bromas pesadas, mentirle…etc.). La víctima debe recordar quién era antes de sufrir el acoso y aferrarse a ese ser. La autoestima puede reconstruirse con ayuda del entorno familiar y los amigos. No puedo recordar cuánto me costó a mí superarlo; lo que sé es que tuve que hacer frente en un momento yo sola al bullying, sin contar con los consejos de mis amigas, y eso no me convino. Para mí esta etapa pasó como si fuera un fantasma, invisible para todos salvo para mí, mi familia y mis profesores.
Nota: el artículo está basado en mi PROPIA experiencia.
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