Sollozos en la noche

Óyelos, están ahí.
Flautas en medio del silencio.
Susurrando melodías de angustia.

Corren, se deslizan.
Aguas sin destino en un mar de sueños rotos.

El aire se agita
Llueve sobre la hierba pegajosa.
La oscuridad nubla los troncos del círculo.

Cascadas, suenan las flautas.
Do, re ,mi, fa alto.
No queda salida.
No queda esperanza.

Solo susurros en la noche.
Negro es el abismo
Negro es su vacío.

Ahí en el pecho
falta un hueco.

Gotas que forman ríos sobre las laderas sin hierba
Y caen sin aliento salpicando su agonía.

Y se deshacen. Y vuelven a nacer
cual fénix de las cenizas.
Pero no es ardor lo que siente.

Es frío. El frío nocturno.
El frío del invierno.
El frío del hueco vacío.

En el nombre del Sol

Sonrío a la pequeña niña que me agarra de la mano. Mi hermana. Mi luz. Ella me mira con sus cálidos ojos marrones y la sonrisa de los mil amaneceres. En nuestro caso, no es una metáfora. Nací del Sol, y llevo la sangre del Sol en mis venas.

Apolo me trajo al mundo bajo un manto de luz y calor. Fue como sentir el fuego de una forma profunda que abrigaba tu alma y encendía tu espíritu. Siempre me pregunté qué se sentía, qué se sentía al tener el poder del Sol. La fuente de mi vida y la de mis hermanos. 
Pero, de alguna forma, sé que el Sol es más que eso, mucho más. No solo ilumina la Tierra, sino también la esperanza de los hombres. Nuestro padre siempre ha sido un dios polifacético, pero hasta ese momento no me había dado cuenta de hasta qué punto, o qué significaba aquello. Ahora lo sé.
Apolo es el futuro, la mirada sobre todas las cosas, la espiritualidad más profunda, arraigada en todas las formas de expresión humanas. El Sol siempre sale y se pone; es su ley de vida, pero es nuestro padre quien sabe cuándo saldrá y cuándo se pondrá. Él es el Sol.
Apolo representa el calor, tanto el físico como el espiritual. La salida del Sol indica un nuevo mañana, y sin él, los hombres vivirían siempre en oscuridad. El calor llega a nosotros a través de formas diversas: a través de la melodía de la flauta, la guitarra o el piano que interpreta una balada; a través de las letras que impregnan fuentes impresas de papel, componiendo una historia; a través de las palabras que salen de la boca del enamorado a su damisela. 
El calor es una emoción tan fuerte... que difícilmente puede pasarse por alto. El calor, la energía que transmite el Sol, es lo que los humanos siempre andan persiguiendo. Rehuyen el frío en las noches de invierno, cobijados bajo las mantas con un tazón de chocolate caliente. La unidad del grupo crea calor; el calor crea bienestar.
Eso es lo que el Sol te da: ganas de vivir, ganas de salir y darlo todo, ganas de disfrutar con la gente que quieres. Los hijos de Apolo nacemos con algo más que con un buen talento para la música, la poesía o las artes. Son las tardes las que nos hacen brillar como lo que realmente somos: depositadores de esperanza y bienestar. 
Aún sosteniendo la mano de mi joven hermanita, miro a las hogueras que han encendido en la playa, donde los demás ya se sientan y ponen a punto sus guitarras, entre risas y charlas. Verlos ahí, a la luz de las llamas, mientras Apolo cruza el cielo para dar paso a su hermana, Artemisa, es lo más mágico que jamás he contemplado. Es como si estuviera viendo una imagen triplificada de ese modesto fuego. Son ellos: mi sangre, personas que han nacido con el mismo potencial que yo y mi hermana, pero humanos, al fin y al cabo. Sin embargo, por primera vez, los veo con una nueva luz, nunca mejor dicho: por fin formamos parte de la misma estrella. Ahí, con el reino del poderoso Poseidón de fondo, somos tan dioses como nuestro padre.

Loneliness

Lágrimas azules que se tornan grises y salpican un mar de espuma rabiosa, en una tormenta de nubes negras.
"Nubes negras".
Negro es todo lo que ve. Negro es todo lo que es. 
Agita los brazos y sale a la superficie, para ser arrollada de nuevo por la brava ola.
Flota en ese estado lamentable, encogida.
Tiembla hecha un ovillo, como si estuviera en tierra.
Le gusta la tierra; es cálida y sólida. El mar es frío, oscuro, misterioso. En la superficie no ves el fondo. En el fondo la superficie queda muy lejos.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es la magnitud. Mire donde mire, siempre ve agua, burbujas por todas partes. Solo está ella. Solo está el mar. Pasa mucho tiempo antes de que un pececito decida asomarse por allí.
El resto del tiempo está sola, en una tormenta de nubes negras.
Y ella quiere nadar, alejarse de ese océano tempestuoso y hostil y llegar a tierra, donde le esperan sus amigos, donde le espera su familia. Pero no encuentra el camino Y nada y nada, y solo hay oscuridad.
Arriba y abajo, derecha e izquierda, atrás y adelante. 
Mire donde mire, vaya donde vaya, piense lo que piense, el mar no desaparece.
Y quizá nunca lo haga.

A una vida mejor inexistente

Desde que tengo memoria soy aficionada al cine, y aún más a la literatura. Los libros me enseñaron lo que era el amor, lo que era la justicia. Podía pasarme horas y horas leyendo y releyendo páginas, ansiando como los protagonistas el final feliz, que casi siempre se cumplía.
Pero con el paso de los años, una descubre que la vida no es de color de rosa.
Crecí sabiendo que lo que sucedía en las películas y en los libros no es más que ficción, pura y dura ficción, pero entonces, ¿por qué llegaba a identificarme tanto con un personaje? ¿Por qué me asombraba cuando la gente me decía que le había pasado cosas muy parecidas?
Creí que había algo, aunque fuese una mínima parte, de verdad en esas historias.
Sin embargo, seamos justos, la vida no es una película.
No existen caballeros medievales, y muchos menos héroes. Tampoco hay finales felices, al menos para mí. He pasado toda una vida viendo historias que se repetían una y otra vez, llegando a comprenderlas, pero pocas veces a identificarme con ellas. Creía que el mundo podía ser un lugar donde podría encajar.
A los doce años, pensé que mi vida mejoraría cuando estuviese en Bachillerato. En Bachiller, pensé que mi vida mejoraría con creces cuando llegara a la Universidad.
Pero estoy en la Universidad y todo sigue igual, incluso peor. Y poco a poco dejo de tener sueños y aspiraciones porque he aprendido que mi vida no está hecha para el final feliz de las películas. No soy un drama, ni una comedia, ni una tragicomedia... No soy nada. El mundo se ha cebado conmigo demasiadas veces y, por ser quien soy, no puedo tomármelo con humor como harían otros, siempre viendo el lado positivo de las cosas. Yo no soy así, hace tiempo que dejé de ser así. Sufrí mucho, y aún sigo sufriendo. Me siento como un fantasma en una sociedad que avanza a mis espaldas. Si miro atrás todavía puedo ver mi reflejo en el cristal: el de una pobre chica solitaria que siempre se sentaba sola en el autobús, mirando por la ventana, imaginando que algún día aparecería esa persona especial con la se identificaría y podría ser feliz. Pero como he dicho, la vida del cine no está hecha para mí. No soy una princesa de cuento, y ni siquiera soy una persona normal marginada, porque incluso esas acaban siendo felices en las películas. Solo soy una pequeña parte de esta sociedad cruel.
La buena suerte no existe para mí, me pasan desgracias todo el tiempo. Soy la típica chica que siempre está perdiendo algo, a la que le pueden vacilar o robar fácilmente. Nunca puedo permitirme andar con confianza por la calle, porque sé que si lo hago, terminará pasando algo, como la experiencia me ha demostrado. Y piensas: "¿Por qué me ocurren estas cosas solo a mí?" La que casi nunca habla, la rarita que lleva bolsos frikis de series que nadie más ve. Si la gente me mira, siempre es de forma rara. Me siento criticada incluso por personas a las que no conozco. Si me atrevo a ir sola al cine, la gente se cree que no tengo amigos y que soy una marginada, y por eso se creen con derecho de hacer cosas como robarme un gorro de lana que me compré hace unos meses y que siempre usaba.
No sé qué ven los chicos en mí, y no creo que lo sepa nunca, porque últimamente casi siempre estoy llorando. Lloro cuando nadie me ve, y luego finjo una sonrisa ante mis padres. Pasan por completo de mí que ni se dan cuenta o, si se dan, lo malinterpretan. Ni siquiera mi madre se ve capaz de sentir el menor aprecio por mí. No confía en mí, me trata como una estúpida y me mina la moral y la autoestima cada día con sus gritos y sus insultos.
Me siento muy sola. Ni siquiera me siento capaz de confiar estas cosas a mis amigos, mi increíble y humilde familia de verdad. Cuando estoy con ellos, me siento a gusto y mis barreras se deslizan por un momento, creyendo estar a salvo entre tres, cuatro o cinco barreras más que pueden ponerse en tu lugar perfectamente. Pero entonces descubro que la vida trata mejor a esas personas que a mí. Siempre, o por lo menos muchas veces, tienen suerte. Son capaces de vivir experiencias que para mí son inalcanzables. A ellos nunca les han robado, o han perdido cosas, o los han tachado de torpes e inútiles. Su vida parece tan perfecta ante mis ojos, que pienso que es imposible que lleguen a sentir alguna vez lo que yo siento, y es cierto. Nadie puede sentir lo que yo siento, soy única en mi especie. Única. Cuando todo lo que querría es que el mundo me dejase en paz de una vez, en lugar de tratarme tan mal. Cuando lo único que querría es ser una persona normal como los demás, hablar como los demás, no tener miedo de hacer locuras, vivir las mismas experiencias, ser igual de aceptable para los demás. No puedo saber que muchas de esas personas también pasan a veces por cosas igual de traumáticas o tristes. Yo sufrí bullying, otros también. Lo que les diferencia de mí es que son capaces de seguir luchando, porque aún les quedan fuerzas y herramientas para hacerlo. Todavía tienen algo a lo que aferrarse.
Yo, en cambio, veo cómo el fino hilo que me ata a esa vida, a esa esperanza, se desliza por entre mis dedos. Se me ha escapado ya tantas veces y he corrido tanto tras él, tropezándome, que llegará un día en el que ya no pueda seguir más y me derrumbe, y el hilo se me escape para siempre y vuele lejos.
Si esto fuera una película, al final aparecería algo que me hiciese agarrar con firmeza el hilo y no soltarlo nunca, pero la vida no es una película, y mi vida ya no puede ir a mejor, sino a peor.
Soy la persona que escribe esta redacción como vía de escape al dolor que siente en estos momentos. Dolor porque ya está harta de este mundo miserable, que la golpea una y otra vez desde que empezó el año. De haberlo sabido, jamás habría querido que acabase el anterior. Soy la persona prescindible, de la que todo el mundo pasa. Ni siquiera mis compañeros de clase se acuerdan de mí, salvo para cuando les interesa. Tengo amigos, sí, unos pocos en la Universidad y otros fuera, pero ¿quién de ellos me escogería como compañera para vivir una aventura o para permanecer en una isla desierta cuando tienen otros miles de amigos más enrollados que pueden darles lo que exactamente quieren?
 No soy una persona desagradable, siempre lo he hecho lo mejor que he podido. Creí que si era buena persona como los protagonistas de los libros que leía de pequeña, al final me acabaría pasando también algo bueno. Pero gracias a mi madre he descubierto que no soy buena persona en verdad. He sido una hipócrita toda mi vida. Creía estar haciendo cosas buenas por los demás cuando siempre me he preocupado por mí misma, solo por mí. Si ella se hubiese molestado en ponerse en mi lugar, quizá habría sabido que si lo hacía, era porque nadie más me prestaba atención. Cuando nadie mira por ti, empiezas a hacerlo tú. Y ese egoísmo se incrementa, y cuando te pasan tantas cosas malas o pequeños infortunios de golpe, no puedes evitar hacer de un grano toda una montaña, y empiezas a maldecirlo todo: tu familia, el mundo que te rodea, tu personalidad... Empiezas a odiarte a ti mismo y, como las comparaciones son inevitables, te preguntas por qué no puedes ser como la amiga con la que todos se ríen, o como la amiga que tiene éxito profesional y todo le sale a pedir de boca.
En cambio, a mí no me queda más aspiración que una, y ni siquiera es probable que se cumpla. Me pregunto si dentro de diez años estaré aquí, desahogándome de nuevo en este lamentable blog cuyo nombre es como una bofetada en toda la cara en estos momentos. Pura ironía. Creí que mis sueños eran luz, pero en realidad no existe la luz para mí, tan solo la oscuridad.
Pesadillas y oscuridad.

Personality Quiz: Percy Jackson-Whos your god parent?

Sobre el blog:

Bueno, muchos que estás visitando el blog ya me conocéis.

Sueños de luz es un espacio abierto, y vosotros podéis perfectamente compartir vuestra opinión por medio de los comentarios. Quizá esto os sirva para conocerme mejor, ya que sé que muchos me veís aún como una incógnita que deseáis descifrar.

Es un blog exclusivo, en donde compartiré lo mejor de mis experiencias y, ¿quién sabe? A lo mejor alguna curiosidad.¿Que por qué ese nombre? Fácil: porque los sueños reflejan una luz que aunque no se ve a simple vista, es muy poderosa: la esperanza.


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Veamos, me considero una chica maja, introvertida, y me expreso mejor por acciones que por palabras, o lo que es parecido, por escrito que por oral. Adoro la fantasía y una de mis grandes pasiones es escribir novelas de este género. Tal vez algún día publique alguna. Estad atentos por si acaso. ;) Oh, y como defectos...bueno, cabezota, desconfiada y a veces un poco egoísta esta´n entre ellos. No digo más.

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